La palabra como escudo de protección, muralla de derechos

La palabra puede ser utilizada como escudo para proteger al mundo de la degradación y maldad. Si la usamos desde el bien hacer. Proyecta nuevos hábitos, entre ellos, espiritualidad, paz y prosperidad a todos los habitantes de la tierra: hijos del Dios de Israel.

Con la palabra declaramos, construimos, gracias al poder que el Padre Creador nos ha dado. Pero, también podemos destruir cuando la utilizamos desde el ego, altanería, hipocresía…, el Manual de Instrucciones como llama Rodrigo Raña a la Biblia así lo afirma.

La palabra tiene poder, es escudo, salva o perjudica. Por eso, debemos tener sumo cuidado para no caer en el camino equivocado. En ese sentido, cuando las y los periodistas usamos la palabra: unidad básica de lenguaje, dotada de significado, fortalecemos la sociedad mediante el intercambio de conocimiento. Aportamos buena comunicación, expresión y verdad.

La palabra desde el bien hacer; correctas; útiles para la colectividad, son esenciales para la transmisión de ideas, pensamientos y sentimientos; construcción de la realidad. Como es bien sabido, también para el cambio de comportamiento. Es mediante ella que persuadimos, motivamos…, por algo es además, la antorcha de la comunicación estratégica, institucional o corporativa.

Ella da significado a lo que parece no tener, con ella somos hacedores de historias. Narradores, seres que vivimos constantemente reforzando valores universales, buenas creencias y normas. Por esta razón, tengamos presente siempre usarla para sanar, no para su antítesis. Que sea utilizada para cambiar de forma positiva la vida de las personas.

¿Qué sería del mundo si algunos seres humanos en vez de esparcir discurso de odio, irresponsable e inconsciente, toman la palabra como vía para legitimar amor y paz, valores que juntos ofrecen felicidad, pero no desde mundos imaginarios, sino desde la propia realidad?. ¡Claro que se puede!

Vendamos mediante ella, el siguiente producto: el bien. Veámosla como eso. Buenos modales, hábitos, conductas…, gestemos ese deseo en los públicos, no lo contrario. Abracemosla para edificar, transmitir oportunos y correctos conocimientos. Porque con ella podemos fomentar que cada día más seres humanos rompan cadenas que les atan, que sean criaturas libres, tal cual Dios le creó.

Nada ganamos con utilizar palabras malsonantes o groseras. Como se ha identificado, son ofensivas y de mal gusto. Aportan involución…, ¿entonces, por qué hacerlas parte de nuestra cotidianidad?, ¿acaso no constituye una forma de violentar derechos? Usted conoce la respuesta. Esta acción sencillamente riñe con la buena norma, moral y costumbre de los pueblos.

Parafraseando al triunfante Premio Nobel de Literatura, Octavio Paz, si deseamos vivir en una sociedad corrompida, entonces quienes actualmente gangrena el lenguaje, están por buen camino. Pero si deseamos un mundo más sano biopsicosocial, entonces, no hay cabida; debe reducirse el uso de lenguaje grosero o palabras tabú de nuestro entorno. Constituye asimismo, una amenaza a la seguridad individual y colectiva de los seres humanos.

Hoy es moda ominosa, sin embargo con el concurso de todos desde nuestro buen hacer, podemos propiciar que las personas retomen la exhibición de buenos hábitos, cambio de actitud y nuevas vías para sacar emociones o formas de desahogo, haciéndolo siempre desde el amor. Al hablar no necesitamos herir. Dulcificar las palabras es una responsabilidad que nos asististe a todos.

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